Las últimas veces que se habló de “revolución” en el Estado español, un fantasma apareció fielmente, no tanto para aplastarla sino más bien para reconducirla hacia la colaboración con el sistema dominante, sofocando su carácter rebelde y sincero y reemplazándolo por el pragmatismo y la obediencia que conforman cualquier oposición leal. Éste fue el espíritu de la burocracia, heredero de la misma burocracia que convirtió a las revoluciones internacionales, que en sus momentos daban esperanza a todo el mundo—las de Rusia, China, Cuba o Argelia, entre otros—, en dictaduras como cualquier otra dictadura.
Es ese fantasma que susurraba malos consejos a los dirigentes de la CNT para que abandonasen la revolución social y colaborasen con los políticos burgueses como Companys y los agentes estalinistas como el cónsul Antonov. Fue ese fantasma el hilo conductor entre la lucha autónoma de los obreros durante los '60 y '70 y —entre otros— las CCOO que desde entonces se han convertido en otro órgano del poder estatal, encargado en dirigir las maniobras que controlan la rabia de las masas y pactan cada vez más para proteger la paz social a toda costa. Y hace falta mencionar también a las asociaciones de vecinos que en pocos años, desde organizaciones combativas surgidas de los propios barrios, llegaron a ser en su gran mayoría otra parte del tejido del control social, vendidos al proyecto de urbanización capitalista.
En cada caso, se justificó con un discurso de unidad de acción, con la necesidad pragmática de organizarse mejor, lo que querían decir juntarse con enemigos e instituciones de poder (ya sea la Generalitat, el PCE, el Ayuntamiento, el Pacto de la Moncloa) y tomar una estructura centralizada en lo cual los nuevos políticos tendrían mas peso que las bases. Y en cada caso, la desorganización que sirvió como justificación para el suicidio revolucionario fue la misma confusión que vio a las bases de lucha aliándose con sus enemigos por no tener un análisis claramente en contra de toda dominación, ya sea la económica del capitalismo o la política del Estado.
Y aunque el ciclo de luchas que otra vez está levantando el grito de “revolución”, desde la huelga de 29S a las acampadas de 15M, es mucho más débil que las luchas de los '30 o de los '70, por lo hondo que nos ha filtrado el populismo y las mentiras democráticas en nuestra consciencia, puede ser la ruptura con la sumisión y apatía mas extensa que se ha visto en nuestra generación.
Y el espíritu de la burocracia no ha perdido ni un minuto en posicionarse a su cabecera. Los burócratas que siempre surgen en estos contextos, con pretensiones de ser los próximos políticos progresistas y técnicos asalariados del manejo del descontento popular, han querido, desde ya hace tiempo, arrebatarle desde la base la expresión más dinámica de las nuevas luchas: las asambleas de barrio que se crearon espontáneamente para preparar una participación contundente y radical (saltando el estrecho campo laboral para llegar a toda la esfera social) y que desde entonces se han expandido y adaptado en todas las nuevas situaciones.
Primero la Assemblea de Barcelona (una mezcla de buenos compañeros con ganas de participar en un espacio de coordinación, compañeros inocentes sin una crítica a la centralización, y los mas asquerosos oportunistas que siempre han pasado por las trincheras camino al parlamento) pretendía ser el partido aglutinador que dirigiese la revolución. Lanzaron una propuesta organizativa (con pdf de la imagen de una estructura organizativa hiper-formal que desenmascaró su manía burocrática) que convirtiera las asambleas de barrio en un mero apéndice de su estructura, fácilmente dominada por los activistas profesionales y los sindicalistas subvencionados y asalariados. Desde las bases, se rechazó tal propuesta rotundamente.
No obstante, los burócratas disfrazados no se desanimaron. Con el 15M ganaron otra oportunidad para poner en su bolsillo la lucha popular. Lanzaron otra propuesta para crear una coordinadora de asambleas de barrio basada en la Plaça Catalunya, tanto en su espacio físico como en su trayectoria de lucha cívica basada en el legalismo, el pacifismo y la burocracia democrática. Varias asambleas de barrio rechazaron la propuesta, dado que ya existía una coordinadora de barrios, creados espontáneamente por las asambleas desde sus propias necesidades (y no desde las necesidades de los que querían dirigirlas).
No obstante, se seguía adelante con el proyecto, esta vez desde dentro de las propias asambleas del barrio. Aunque es casualidad, hace falta notar que en los mismos tiempos empezaron a aparecer nuevos personajes en las asambleas de barrio, quien decían que venían del barrio pero andaban armados de consignas, programas y propaganda imprimida en color provenientes de Madrid.
La siguiente ofensiva contra la autonomía de los barrios apareció en forma de una propuesta desde la Assemblea Social de Sants, con el objetivo de reestructurar la Coordinadora ya existente (se ve como los políticos van adaptándose al terreno cuando sus primeros intentos fracasan). Desconocemos si la propuesta de Sants fue la maniobra de futuros políticos o si surgió espontáneamente, a través de autóctonos del barrio, desde el mismo espíritu burocrático, que reside en todos los lugares, sembrado por la socialización estatal y capitalista. En todo caso, la propuesta tendría casi el mismo efecto como las dos propuestas ya rechazadas.
En un principio, muchos barrios no hicieron caso a la propuesta de Sants, porque no nos interesaba y porque fue otro intento transparente de centralizar y burocratizar la lucha. Pero, de buena fe, otros empezaron a dialogar con este amigo-enemigo, lanzando sus propias propuestas para la nueva Coordinadora de Barrios, todas más antiautoritarias y menos burocráticas, pero todavía colocadas en el mismo camino hacia la formalización, la centralización y la burocratización.
El 30 de setiembre se reunieron para seguir a debatir y concretizar las propuestas.
Sé que casi todos los compañeros que están participando en este proceso lo hacen con buenas intenciones, pero éste hecho no quita el peligro al proceso: el espíritu burocrático ya se comprobó hace mucho tiempo ser inmune a las buenas intenciones.
Antes de partir otra vez al camino de traicionar a nuestra propia lucha, deberíamos desmentir unos de los discursos que están justificando este proceso.
No se puede decir que se respeta la autonomía de todos los barrios cuando se les impone una forma organizativa. Decir cuantos delegados debe tener una asamblea está obligándoles a aceptar la filosofía democrática y autoritaria de representación; a convertirse en espacios decisorios cuando varios no lo son; a homogeneizar su estructura para funcionar como apéndices iguales a los otros barrios para encajar en la nueva mega-estructura parlamentaria. Sería acabar con el experimento de autoorganización que ha promovido la creación de diversas y nuevas formas organizativas para responder a las exigencias de los que privilegian las necesidades de los niveles más “altos” (es decir, la jerarquía) de coordinación encima de las necesidades de las bases. No debe la coordinación adaptarse a las necesidades de las luchas de base?
Tampoco se puede utilizar la excusa de la necesidad de tomar decisiones para someter los barrios a la lógica burocrática. Pero aprovechando de una falsa urgencia, algunos dicen que es necesario coordinar acciones conjuntas entre barrios y convocar a manifestaciones. La idea de consensuar o votar por cada convocatoria sólo puede llegar a una supuesta racionalización de los procesos decisorios, minimizando cada vez más el debate y la diferencia para llegar a decisiones más rápido y más eficaz, dentro de una lógica de militarización que excluye la participación amplia, convirtiendo a una multitud de actores en una masa muda cuya única función es legitimar las decisiones elaboradas por los delegados cada vez más profesionales. Y la justificación de esto no tiene sentido: durante años se ha convocado a manifestaciones y a acciones sin consensuarlo por todo un movimiento ficticio. Como siempre, a los que les gusta la convocatoria participan, a los que no, no, y los que no se animan por ninguna opción existente toman la iniciativa para hacer y difundir sus propias convocatorias. Y es justamente eso, lo que los burócratas temen más: que la gente tome sus propias iniciativas, que las asambleas de barrio sirvan como redes descentralizadas para difundir ideas y propuestas que no vienen de ningún Comité Central, y como espacios para que todo el mundo pueda aprender organizar y convocar sus propias acciones.
Los mismos políticos disfrazados que siembran la confusión ideológica, protegiendo la fe en las bases del sistema (gobierno, prensa, propiedad privada) mientras protestan los síntomas, atribuyen a una supuesta “desorganización” los resultados de esta confusión. Si el movimiento 15M no ha conseguido nada, no es por falta de estructura, sino porque sus ideólogos pretenden utilizar los medios de comunicación para difundir su mensaje supuestamente subversivo, es porque llaman al legalismo, es porque protegen a la policía y la propiedad de los ricos de la rabia de la gente, es porque nos venden críticas parciales a las estructuras democráticas, es porque matan la historia de las luchas y las críticas mas profundas a favor de un populismo fácil.
Y ahora reclaman un mecanismo único para tomar decisiones, así reproduciendo el Estado dentro del movimiento, rodeando nuestras iniciativas en un sólo espacio donde los burócratas y los activistas profesionales dominarán, privilegiando los niveles “altos” de organización por encima de los barrios, los lugares de trabajo y otros terrenos de lucha, peleando para el número de votos que tendrán sus malditas comisiones.
A todas las compañeras y los compañeros que todavía hablamos de revolución: ojo! Si caemos en la misma trampa tantas veces a lo largo de la historia, es por algo. Es porque nos toca aprender una lección importante: que la revolución no es sólo una cuestión de clases, de los ricos y los pobres, los malos y los buenos, sino que el espíritu de dominación vive también en las bases y surge en cada momento de conflicto para engañarnos y volver a forjar nuestras cadenas.
Contra la hipocresía, la burocratización y toda autoridad; y por la libertad, el apoyo mutuo y la realización de nuestros sueños.
—Los Amigos de Durruti
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