En Francia son la racaille, la chusma, los jóvenes que habitan los suburbios. Y el apelativo ha quedado fijado tras la aparición en 2005 del entonces ministro del interior francés, Nicolas Sarkozy, hablando de limpiar las ciudades de esa chusma que alborotaba, atacaba a la policía y quemaba sobretodo coches en multitud de ciudades francesas. Lo hacían en esta ocasión tras la muerte de dos jóvenes que huían de la policía.
Estos días atrás se publicaba la noticia de la agresión a un conductor del Trambesós en Barcelona. Según la información, dos notas mediadas por el sindicato UGT y por la empresa ATM, desde hace tiempo (desde su inauguración, diría yo) el tranvía viene siendo objeto de ataques con piedras, de actos incívicos (no pagar el billete, comer o fumar dentro), lxs conductorxs de insultos y amenazas. Así las cosas tanto sindicato como empresa, con la colaboración del Ayuntamiento se pondrán manos a la obra para detener esos actos con más seguridad, más policía y más mediación de las entidades gitanas interlocutoras en la zona.
Si por algo me ha parecido interesante traer la noticia a colación es por dos motivos. Primero, que se trata de hechos que en los medios contrainformativos y alternativos pasan sin que se adopte un posicionamiento sobre ellos, seguramente por la división y el debate que pueden generar. Y sí es verdad que del tema del incivismo se ha hablado mucho y claro, pero el concepto de incivismo se ha ampliado conscientemente desde los medios de forma que igual incluye beber alcohol en la calle que escupir a un poli, pintar una pared o mear en la calle que apedrear un banco o sabotear los transportes metropolitanos. El mero concepto de incivismo desvirtúa hechos claros contra algunas formas más o menos sutiles de dominación (como el pago del transporte). El no integrar estos hechos en un discurso antagonista (sea para aceptarlo, rechazarlo, pero sobretodo discutirlo y darle contenido político), siendo cosas que pasan con cierta frecuencia, que la prensa se encarga de integrar en su discurso ideológico y que se comentan habitualmente entre la gente, pienso que nos debilitan y sirven para ampliar la base de partidos, plataformas y colectivos xenófobos y de extrema derecha.
El hecho que este tipo de acciones se lleven a cabo precisamente en los arrabales de la ciudad, que han sido continuamente colonizados desde las Olimpiadas del 92, que las acciones se dirijan mayoritariamente contra la mera existencia de servicios por los que hay que pagar (y de que no todxs tengan esa facilidad para hacerlo sin pasar cuentas) a empresas privadas o municipales, que sean acciones colectivas en que unxs cuantxs se unen para ejercer una venganza concreta, y que su publicitación se realice siempre mediante la ideología ciudadanista bienpensante, son algunos elementos que debieran hacernos pensar sobre la concreción práctica de los lemas que han salido del círculo antagonista (dinero gratis, por ejemplo), y que con frecuencia suelen quedar en el ámbito de lo espectacular.
El segundo motivo de interés es el de constatar la separación entre dos mundos muy distintos. El de lxs trabajadorxs, con sus sindicatos amparando unos derechos que poco a poco se diluyen, y que todavía mantienen la imagen del trabajo como algo moralmente digno, y el mundo de lxs ya ni siquiera precarixs, sino lxs parados-de-por-vida, que diría Alessi dell’Umbria en su libreto ‘¿Chusma?’. Estxs últimxs es muy probable que no sueñen con un trabajo. Saben de su lugar en el mundo. Constantemente acosadxs por la policía en su barrio (hecho más evidente desde que la comisaría de Mossos se instaló en el Besós), criminalizadxs continuadamente por los medios de comunicación, viviendo de perpetuo de los trapicheos y muchas veces esperando el paso por el reformatorio o la cárcel. Esa separación se concreta en que el primero demanda la gestión policial contra el segundo. Y eso pone en cuestión esas ideologías anticuadas que ponen en el centro de la lucha anticapitalista a lxs trabajadorxs como tal.
Creo que conviene estar atentxs a esos actos, que muy seguramente aumentarán con el paso de los años y la continuidad de un sistema que genera sus condiciones de posibilidad. Y conviene también entenderlos desde posiciones anticapitalistas adecuadas y no desde posiciones morales (está bien o mal lo que hacen) o, como decía antes, ideológicas caducas (como el obrerismo, que no los integra como parte de la lucha contra el capitalismo) que intentan restar valor a la respuesta de lxs excluidxs de un sistema de producción que los desecha, pero que a la vez los mantiene para el consumo.
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