Que durante el siglo pasado la legislación ha ido haciéndose a medida del poder ejecutivo no es una cosa nueva. Agamben, en su libro ‘Estado de excepción’, repasa la evolución de algunas de estas modificaciones en varios países democráticos para acabar objetivando una absorción del poder legislativo (Parlamento) por el poder ejecutivo (Gobierno). En el estado español los decretos-ley son habituales. Entre 10 y 20 al año es lo habitual y vienen a regular temas clave como las liberalizaciones económicas de distintos sectores, las tarifas energéticas, las ayudas a empresas, cajas de ahorros o autónomos, la reforma laboral, las pensiones, la negociación colectiva, la fiscalidad, la inversión en obra pública o medidas de ayuda extraordinarias para paliar pérdidas por sequías, incendios, lluvias o terremotos. El atentado del 11 de septiembre de 2001 marcó la aprobación de leyes que anulan derechos constitucionales a nivel mundial convirtiendo el estado de emergencia en regla y no permitiendo distinguir entre paz y guerra, entre guerra externa y guerra civil mundial.
En Catalunya, durante las últimas semanas, hemos visto cómo aprobaban la Ley Ómnibus que siendo una ley confeccionada por el gobierno, ha sido aprobada en el Parlament después de negociar otros temas. El clásico intercambio de cromos, tú me apruebas la ley y yo te apoyo en tus propuestas de endurecer la presión a inmigrantes y pobres. Lo reseñable ha sido que se ha aprobado a pesar de la negativa de una buena parte de gente que se ha movilizado contra esta y, en general, contra la gestión política y económica de la nuestras vidas. Y hay que decirlo, se trata de una ley que modifica muchísimos aspectos económicos del funcionamiento social de hoy día. También incluye la previsión de instaurar una normativa que prohíba la prostitución en las carreteras. El uso de la ley para dar satisfacción a su ideología conservadora. Que se trata de una normativa hecha a su medida queda claro cuando dicen algo así como ‘hemos encontrado la fórmula legal para expulsar la prostitución de nuestras carreteras’. Que la seguridad vuelve a ser el caballo de Troya es otra evidencia. Ahora la excusa es la seguridad vial. Con esa excusa ya nos han hecho pagar la homologación de todo lo posible para circular y nos han cosido a multas (o no, esperemos a las medidas ecológicas para colocarlos más tasas).
En definitiva, el totalitarismo adopta muchas formas. No esperemos que mantenga la misma forma que a principios del siglo pasado (estalinismo, fascismo, new deal americano). Ahora la democracia parlamentaria es su forma principal. Y es gracias al desarrollo de las tecnologías y los medios de comunicación de masas que se ha impuesto la casi absoluta separación e individualización entre individuos y que ha posibilitado la actual forma totalitaria. No es algo muy distinto de lo que Edwards Bernays[*] tenía proyectado y llevaba a cabo desde su posición social. De todas formas en los últimos meses hemos podido ver que algunas contradicciones del sistema han empezado a hablarse públicamente mediante la masa de indignadxs, que pese a su carácter ciudadanista fundamental, han cuestionado la separación de poderes, la influencia económica particular en los asuntos generales o la nula o escasa defensa del Estado de los derechos básicos incluidos en su propia Constitución. Algunas de esas explicitaciones requerirán al Poder engrasar bien la máquina del marketing y la imagen para poder pasar página a la posibilidad real de movimientos que profundicen en las contradicciones que se encarga de disimular día a día.
[*] Edwards Bernays, sobrino de Freud, vivió en EEUU y aplicó las teorías de su tío al mundo del capitalismo. Fue líder de la industria de las relaciones públicas, auspició la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial y colaboró activamente en la propaganda anticomunista en EEUU. Su figura y su papel histórico quedan retratados en la serie de documentales ‘El siglo del individualismo’.
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