extraido de http://panfletossubversivos.blogspo...
[se publica a continuación un análisis, mas que un panfleto sobre este tema, del cual es tan complicado encontrar información por fuera de los medios masivos de propaganda del Capital]
El mundo árabe contiene el aliento y mira hacia Egipto. La lucha que allí está a punto de desplegarse prefigura el resultado de las luchas que quizá surjan pronto por toda la región. Una derrota del levantamiento egipcio, sea a manos de los militares o a manos de los islamistas, se traduciría en una derrota para los levantamientos ya en curso, en Libia, el Sudán árabe, Yemen y Argelia. Determinará lo que salga de ellos de un modo u otro.
1. En Egipto las cosas han llegado a un punto en el que hay claros indicios de descomposición revolucionaria y reorganización de la sociedad.
La odiada policía casi se ha desintegrado, se ha retirado de la calle, no se la veía por ninguna parte. Esta asombrosa observación, que nadie pudo pronosticar y que topó con la incredulidad y la desconfianza de los manifestantes, no es indicio de la relativa fuerza de estos últimos —en términos militares— sino de la debilidad interna de la policía.
Dicha fuerza se mostró medianamente fiable mientras se vio a los manifestantes como gente de clase media con formación universitaria. Parece ser que esta noción se vino abajo cuando personas de los estratos inferiores de la sociedad, tras algunas vacilaciones, comenzaron a interesarse por su lucha y salieron a la calle a apoyarles.
La policía, compuesta en su mayor parte por gente de esos estratos inferiores, parece haber titubeado instantáneamente frente a un levantamiento que en gran medida ha demostrado ser proletario.
La desaparición de la policía de la calle, y la oleada instantánea de saqueos que le siguió —según la mayoría de los egipcios organizada por la propia policía— provocó una respuesta de las masas: empezaron a organizar comités de barrio dedicados a salvaguardar a la población y a organizar su defensa, tanto contra el Estado como contra las bandas.
2. Otra forma de autoorganización cobró existencia de un modo muy parecido: comités de fábrica obreros, al menos en los bastiones industriales, donde los trabajadores se unen para defender (lo que podríamos traducir como: ocupar) su lugar de trabajo y organizar una huelga general. También partió de estos círculos el intento de formar sindicatos independientes.
Estos acontecimientos son significativos en la medida en que en esta fase ya no existía el control estatal sobre partes de la vida social. A la gente se le dio la ocasión, y la obligación, de organizarse a sí misma.
Parece que si hay un criterio que defina a la social revolución frente a la mera revolución política, es éste. Lo que ahora estamos presenciando en Egipto es una auténtica revolución social.
A juzgar por cómo fracasó la revolución iraní en 1979, ya se puede deducir que existe un peligro profundamente arraigado en la doble estructura de esta autoorganización nueva y espontánea. Las dos ramas, si se quiere, podrían tender a tomar rumbos divergentes porque representan necesidades completamente diferentes y obedecen a una dinámica totalmente distinta; y eso podría acabar utilizándose para arruinarlas.
En 1978-1979, los comités de barrio, los komiteha, acabaron bajo la influencia de los clérigos islamistas y sus seguidores porque en esos círculos tenían muchos seguidores y muy devotos, temerarios y organizados, que no estaban dispuestos a respetar las reglas de la democracia revolucionaria, y que decidieron aplastar a sus adversarios. Más tarde, su brazo armado se incrustó en lo que acabaría siendo la organización pasdaran, de una forma muy semejante al modo en que Feliks Dzershinsky creó la Cheka a partir de lo que quedaba de los comités militares de los soviets locales, tras purgarlos de todos los no-bolcheviques y convertirlos en un mero instrumento.
Por otra parte, los consejos obreros fueron controlados poco a poco por grupos leninistas y populistas de izquierda que redujeron la trascendencia y el impacto potencial de estos consejos a la condición de un mero instrumento político; cuando llegó el momento en que los islamistas se volvieron contra los obreros, toda su organización cayó en cuestión de meses.
Así fue cómo la autoorganización del proletariado sucumbió ante la contrarrevolución islamista.
Estas dos ramas representaban dos tendencias diferentes, y en última instancia servían a dos clases distintas: los comités de barrio representaban cada vez más a lo que podría llamarse una pequeña burguesía, y los consejos de fábrica al proletariado industrial. No había ninguna organización, sin embargo, capaz de ocuparse de la organización de la sociedad posrevolucionaria en su conjunto; la democracia insurgente, nacida de la necesidad de autodefensa, demostró su parálisis, y en última instancia fue incapaz de hacer frente al enemigo.
En estos momentos no vemos qué podría ayudar al levantamiento egipcio a evitar este escollo.
3. El ejército egipcio no parece saber si volverse contra Mubarak o contra el levantamiento. Ha entrado en las ciudades, donde fue vitoreado por la multitud, que lo acogió como contrapeso a la detestada policía; hasta el momento se ha abstenido de reprimir al pueblo insurgente.
Son pocos los analistas que no creen que pueda hacerlo. No es nuestro caso, sin embargo, porque no vemos cómo el ejército podría evitar correr la misma suerte que la policía; y si lo hiciera, entonces los desertores armados se sumarían al levantamiento, que entonces estaría armado. Y eso supondría el fin de cualquier intento de restaurar el orden pronto, que es lo que pretende el liderazgo militar.
Además, los militares quieren desesperadamente ser percibidos como parte de la solución, no como parte del problema. Por tanto, sólo reprimirán las protestas si se encuentra una solución política, es decir, un llamado gobierno de unidad nacional bajo Baradei u otro, con o sin la participación del PND.
El día en que se encuentre esa solución será el día en que comience en serio la represión.
El último factor de la ecuación son los Ikhwan al muslimun. Los islamistas no parecen estar a punto de saltar al primer plano ni de tratar de hacerse con el poder. Aguardarán al momento en que se sepa quién es el ganador, y entonces harán su apuesta. Mantienen una presencia en gran medida simbólica dentro de las protestas y negocian entre bambalinas. Saben que formarán parte de cualquier solución política, y que tienen suficiente fuerza en la calle para que su voz sea oída en ella en caso necesario.
Son un enemigo a tener en cuenta. Nadie puede pensar que hayan sido marginados. Sólo se muestran cautelosos. De un modo u otro, tendremos noticias suyas.
Cualquier supuesta solución política, recordémoslo, no es una solución. Esto no tiene que ver con el establecimiento de un nuevo gobierno; de haber sido ese el caso, nada de esto habría sucedido.
El mundo árabe, y no sólo el mundo árabe, está observando. Están a punto de suceder grandes cosas. Nadie sabe cómo saldrán. Todo podría salir horriblemente mal. Para que no salgan horriblemente mal, las cosas necesitan asistencia. Hacen falta iniciativas, en Europa y en otras partes. Todos los interesados en el éxito de la revolución egipcia deberían ponerse en movimiento. Si no sois unos completos chalados —cosa que algunos sois— sabréis lo que tenéis que hacer.
# traducción de un análisis en alemán publicado en el blog In The Absence Of Truth en Enero de 2011 por No había futuro
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