Extraido de Culmine.
Hasta que llegue el día, permanezcamos con cabeza en alto…
1. La solidaridad es nuestra arma
Mucho se ha escrito y dicho sobre la solidaridad. A menudo, cuando se ha hablado tanto y cuando han circulado tantos textos sobre una cuestión, esa se queda como algo banal, previsible y no particularmente interesante. Parece como si su contenido hubiese sido agotado y continuamente se va repitiendo.
Nosotros estimamos que no hay prácticas que son banales, lo que hay son sólo banales razonamientos. Particularmente hoy en día, en estos tiempos sospechosos en que vivimos cuando hay decenas de guerrilleros urbanos y anarquistas en la cárcel, tenemos que afilar la hoja de la solidaridad y alejarla de sus reiterativos estereotipos que la encierran en un podrido circulo de “solidaridad con compañero tal y cual”.
Porque así algunos nombres se van cambiando y añadiendo mientras que otros se van olvidando, y la solidaridad se queda estancada y frecuentemente siendo un privilegio de las relaciones, sea de amistad, personales o “publicas”.
Pero en el momento en que a los nombres de los luchadores encarcelados y sus casos particulares se les irá ojeando como a las páginas de un folleto de publicidad, el Poder ganará una apuesta importante: la de aniquilación ética de sus rivales políticos. Logrará establecer la cárcel dentro de nosotros como una aceptación natural.
Mucho se ha escrito y dicho sobre la solidaridad. A menudo, cuando se ha hablado tanto y cuando han circulado tantos textos sobre una cuestión, esa se queda como algo banal, previsible y no particularmente interesante. Parece como si su contenido hubiese sido agotado y continuamente se va repitiendo.
Nosotros estimamos que no hay prácticas que son banales, lo que hay son sólo banales razonamientos. Particularmente hoy en día, en estos tiempos sospechosos en que vivimos cuando hay decenas de guerrilleros urbanos y anarquistas en la cárcel, tenemos que afilar la hoja de la solidaridad y alejarla de sus reiterativos estereotipos que la encierran en un podrido circulo de “solidaridad con compañero tal y cual”.
Porque así algunos nombres se van cambiando y añadiendo mientras que otros se van olvidando, y la solidaridad se queda estancada y frecuentemente siendo un privilegio de las relaciones, sea de amistad, personales o “publicas”.
Pero en el momento en que a los nombres de los luchadores encarcelados y sus casos particulares se les irá ojeando como a las páginas de un folleto de publicidad, el Poder ganará una apuesta importante: la de aniquilación ética de sus rivales políticos. Logrará establecer la cárcel dentro de nosotros como una aceptación natural.
2. De la defensa al ataque
Sin embargo, no podemos hablar de solidaridad sin referirnos primero a la represión. Es indiscutible que la represión se está reestructurando y subiendo el grado en nivel militar (por ejemplo nuevos cuerpos de maderos como DIAS), científico-técnico (banco de ADN), propagandístico (guiones de terror de los medios de comunicación), y legal (nuevas clausulas de ley antiterrorista). El enemigo intenta de esta manera internalizar el miedo como una condición que se siente entre los círculos que luchan contra el régimen y no sólo ellos.
Pero antes de enredarnos en un complejo de la defensa contra la carga represiva, tenemos que ver lo que pasó anteriormente. Porque solamente nuestro saber y el tesorero de la memoria pueden vencer el miedo.
Desde algunos años, junto a los momentos explosivos del Diciembre de 2008, ya anarquista en su carácter guerrilla urbana, manifiesta su continua presencia que ha llevado a unos muertos y heridos de los ambos bandos de esa guerra, lo hace tras los coordinados ataques incendiarios, las infraestructuras organizadas del sabotaje y la articulación de un discurso subversivo que busca la revolución en aquí y ahora.
En la orilla opuesta tenemos la represión que está en una permanente posición de guerra contra las fuerzas de la subversión. Por esto, creemos que su reestructurización ofensiva no ha surgido como una iniciativa del Estado que surge de golpe en un tiempo neutral, sino como la respuesta al creciente desarrollo de la nueva guerrilla urbana y naturalmente como un escudo de defensa contra las impetuosas oposiciones del automatismo social (crisis económica, desempleo, huelgas…).
Enfocándonos en nuestras propias opciones de la nueva guerrilla urbana podemos decir con certeza que la represión funciona siguiendo la consecuencia lógica del fenómeno acción/reacción. Por tanto, a nosotros mismos no nos vemos como en una posición defensiva.
Hasta siendo bajo la condición de cautiverio elegimos de poner al revés los términos de una capitulación derrotista y en vez de eso orgullosamente asumimos la responsabilidad por nuestra acción, defendiendo las posiciones y valores de la Conspiración de Células del Fuego a cual pertenecemos, y planteando nuevos proyectos de la subversión, ataque y sabotaje.
Por lo tanto, la represión no es una fantasma que se eleva sobre nosotros, sino la respuesta del Estado a la guerra que le hemos declarado. Por esto consideramos que los nuevos compañeros y colaboradores en la rebeldía no tienen porqué afrontar el Poder como a un enemigo omnipotente que lo sabe todo, sino más bien como a un desafío contra quién se puede para lanzar unas nuevas, aun más duras batallas. Además, los éxitos del enemigo frecuentemente tienen que ver con nuestras propias errores, pero eso es ya un otro debate y lo dejamos para el futuro.
De este modo nos posicionamos lejos de los complejos de la defensa y del miedo, en la posición del permanente ataque. Y a los que se precipitan de hablar sobre la derrota teniendo en mente bastantes arrestos que tuvieron lugar recién, nosotros respondimos que el resultado de una movida no es capaz de valorar al contenido de una opción. Además, el verdadero valor de la libertad no está en guardarla a cada costo, sino en arriesgarla buscando lo mejor, luchando por una vida genuina que está fuera de las leyes.
Sin embargo, no podemos hablar de solidaridad sin referirnos primero a la represión. Es indiscutible que la represión se está reestructurando y subiendo el grado en nivel militar (por ejemplo nuevos cuerpos de maderos como DIAS), científico-técnico (banco de ADN), propagandístico (guiones de terror de los medios de comunicación), y legal (nuevas clausulas de ley antiterrorista). El enemigo intenta de esta manera internalizar el miedo como una condición que se siente entre los círculos que luchan contra el régimen y no sólo ellos.
Pero antes de enredarnos en un complejo de la defensa contra la carga represiva, tenemos que ver lo que pasó anteriormente. Porque solamente nuestro saber y el tesorero de la memoria pueden vencer el miedo.
Desde algunos años, junto a los momentos explosivos del Diciembre de 2008, ya anarquista en su carácter guerrilla urbana, manifiesta su continua presencia que ha llevado a unos muertos y heridos de los ambos bandos de esa guerra, lo hace tras los coordinados ataques incendiarios, las infraestructuras organizadas del sabotaje y la articulación de un discurso subversivo que busca la revolución en aquí y ahora.
En la orilla opuesta tenemos la represión que está en una permanente posición de guerra contra las fuerzas de la subversión. Por esto, creemos que su reestructurización ofensiva no ha surgido como una iniciativa del Estado que surge de golpe en un tiempo neutral, sino como la respuesta al creciente desarrollo de la nueva guerrilla urbana y naturalmente como un escudo de defensa contra las impetuosas oposiciones del automatismo social (crisis económica, desempleo, huelgas…).
Enfocándonos en nuestras propias opciones de la nueva guerrilla urbana podemos decir con certeza que la represión funciona siguiendo la consecuencia lógica del fenómeno acción/reacción. Por tanto, a nosotros mismos no nos vemos como en una posición defensiva.
Hasta siendo bajo la condición de cautiverio elegimos de poner al revés los términos de una capitulación derrotista y en vez de eso orgullosamente asumimos la responsabilidad por nuestra acción, defendiendo las posiciones y valores de la Conspiración de Células del Fuego a cual pertenecemos, y planteando nuevos proyectos de la subversión, ataque y sabotaje.
Por lo tanto, la represión no es una fantasma que se eleva sobre nosotros, sino la respuesta del Estado a la guerra que le hemos declarado. Por esto consideramos que los nuevos compañeros y colaboradores en la rebeldía no tienen porqué afrontar el Poder como a un enemigo omnipotente que lo sabe todo, sino más bien como a un desafío contra quién se puede para lanzar unas nuevas, aun más duras batallas. Además, los éxitos del enemigo frecuentemente tienen que ver con nuestras propias errores, pero eso es ya un otro debate y lo dejamos para el futuro.
De este modo nos posicionamos lejos de los complejos de la defensa y del miedo, en la posición del permanente ataque. Y a los que se precipitan de hablar sobre la derrota teniendo en mente bastantes arrestos que tuvieron lugar recién, nosotros respondimos que el resultado de una movida no es capaz de valorar al contenido de una opción. Además, el verdadero valor de la libertad no está en guardarla a cada costo, sino en arriesgarla buscando lo mejor, luchando por una vida genuina que está fuera de las leyes.
3. Qué la libertad sea la lima que permite fugarse de los ambos lados del muro
La solidaridad revolucionaria es un mapa vivo en la cual se graban los hechos y opiniones que el idioma del Dominio quiere metódicamente borrar de la memoria, eliminar de la consciencia y anular como si nunca hubiesen existido.
No obstante, al mismo tiempo la solidaridad es una siempre valida propuesta de las conductas, relaciones y de la proyectualización de los valores de la revolución en aquí y ahora.
Es un modo de existir colectivamente contra la sociedad de la soledad y separaciones.
La solidaridad constituye una lava ardiente que fluye en las venas de todos los que, cada uno a su manera, están en contra de su época y en contra del orden de cosas existente. Tras su ímpetu se hace claro un hecho indiscutible: el que combate el Poder no tiene que ser nuestro amigo, pero se gana, naturalmente no a nuestra ilimitada aceptación, pero sí que a nuestro cordial apoyo. Este razonamiento inspira a todos nuestros ataques y a todas las movidas que los que formamos parte de la Conspiración de Células del Fuego llevamos a cabo como individualidades autónomas.
Sin embargo es muy importante darnos cuenta que la solidaridad revolucionaria expresada tras la opción del ataque permanente no surgió en lo imaginario de una supuesta identificación con ciertas ideas y prácticas. Y eso porque frecuentemente la solidaridad queda malinterpretada y resulta percibida como un acuerdo total entre los presos y los solidarios en lo que se refiere a la teoría y acción.
Al contrario. Nació como respuesta a un permanente dilema de nuestra época: o estás con el Estado, o estás con la revolución. El hecho de reconocer a esa tesorería por cierto no significa que vamos a esconder las armas de la crítica o rebajar nuestro discurso, y así volvernos más agradables para los con cuales tenemos discrepancias. Solidaridad sin crítica es como revolución sin acción. Con la crítica profundizamos la esencia de la causa. De esta manera reconocemos unos puntos que tenemos en común, pero también las diferentes puntos de referencia que tenemos cada uno de nosotros. Evolucionamos nuestro pensamiento, nuestra práctica y estamos atentos a las particulares características de las diferentes tendencias que constituyen el ámbito que lucha contra el régimen. Esa es también la belleza de la revolución: no hay ninguna verdad única, de una sola pieza, ni tampoco una tradición ortodoxa que dicta qué es lo correcto y qué lo erróneo.
Algo al contrario. El ámbito antiautoritario es un mosaico de las negaciones que se conectan, entrelazan, rivalizan y suplementan una a otra, pero siempre en marco de una dialéctica. Se trata de la dialéctica de solidaridad que no olvida nunca quién es el enemigo, quiénes son los que saquean nuestra existencia, quiénes son los que quieren librarse de nosotros “sepultándonos” en las tumbas del cimiento carcelarias.
La solidaridad revolucionaria es un mapa vivo en la cual se graban los hechos y opiniones que el idioma del Dominio quiere metódicamente borrar de la memoria, eliminar de la consciencia y anular como si nunca hubiesen existido.
No obstante, al mismo tiempo la solidaridad es una siempre valida propuesta de las conductas, relaciones y de la proyectualización de los valores de la revolución en aquí y ahora.
Es un modo de existir colectivamente contra la sociedad de la soledad y separaciones.
La solidaridad constituye una lava ardiente que fluye en las venas de todos los que, cada uno a su manera, están en contra de su época y en contra del orden de cosas existente. Tras su ímpetu se hace claro un hecho indiscutible: el que combate el Poder no tiene que ser nuestro amigo, pero se gana, naturalmente no a nuestra ilimitada aceptación, pero sí que a nuestro cordial apoyo. Este razonamiento inspira a todos nuestros ataques y a todas las movidas que los que formamos parte de la Conspiración de Células del Fuego llevamos a cabo como individualidades autónomas.
Sin embargo es muy importante darnos cuenta que la solidaridad revolucionaria expresada tras la opción del ataque permanente no surgió en lo imaginario de una supuesta identificación con ciertas ideas y prácticas. Y eso porque frecuentemente la solidaridad queda malinterpretada y resulta percibida como un acuerdo total entre los presos y los solidarios en lo que se refiere a la teoría y acción.
Al contrario. Nació como respuesta a un permanente dilema de nuestra época: o estás con el Estado, o estás con la revolución. El hecho de reconocer a esa tesorería por cierto no significa que vamos a esconder las armas de la crítica o rebajar nuestro discurso, y así volvernos más agradables para los con cuales tenemos discrepancias. Solidaridad sin crítica es como revolución sin acción. Con la crítica profundizamos la esencia de la causa. De esta manera reconocemos unos puntos que tenemos en común, pero también las diferentes puntos de referencia que tenemos cada uno de nosotros. Evolucionamos nuestro pensamiento, nuestra práctica y estamos atentos a las particulares características de las diferentes tendencias que constituyen el ámbito que lucha contra el régimen. Esa es también la belleza de la revolución: no hay ninguna verdad única, de una sola pieza, ni tampoco una tradición ortodoxa que dicta qué es lo correcto y qué lo erróneo.
Algo al contrario. El ámbito antiautoritario es un mosaico de las negaciones que se conectan, entrelazan, rivalizan y suplementan una a otra, pero siempre en marco de una dialéctica. Se trata de la dialéctica de solidaridad que no olvida nunca quién es el enemigo, quiénes son los que saquean nuestra existencia, quiénes son los que quieren librarse de nosotros “sepultándonos” en las tumbas del cimiento carcelarias.
4. Las armas de la crítica y la crítica de “la crítica”
Tras ese prisma en varios periodos hemos ejercido la crítica, y si que algunas veces bastante dura, contra los proyectos, otras organizaciones, casas ocupadas, ciertas prácticas y tradiciones de lucha. Sin embargo, siempre sabemos hacia donde miramos con hostilidad y hacia qué blanco dirigimos nuestras armas. Nunca olvidamos que entre los revolucionarios y el enemigo hay una línea divisoria muy clara, precisa y determinada. Seguimos creyendo que dentro del ámbito antiautoritario, a pesar de nuestros desacuerdos, contradicciones, diferencias y tensiones, las cosas que nos unen son muchas más que ls que nos dividen. Basta de aprender que la dialéctica se basa en la reciprocidad y en la honestidad de intenciones y motivaciones para la promulgación de la guerra revolucionaria, y no en unas necias ambiciones del ascenso personal dentro de las jerarquías informales de los círculos subversivos. En tales casos lo único que les corresponde es nuestro violento aborrecimiento.
A partir de ahí, nos vemos como parte de la tendencia anarco-individualista y nihilista del corriente antiautoriario, y apostamos por el carácter polimórfico de la revolución anarquista. Accionando en público, sea tras nuestras estructuras clandestinas, sea como encarcelados miembros de la Conspiración, tenemos como objetivo tanto ejercer la crítica como aceptarla. Nunca hemos sostenido de poseer una verdad exclusiva y absoluta sobre la revolución, ni tampoco que la queremos guardar para nosotros mismos. Estamos convencidos que la genuina expresión de la autocrítica y de la crítica tras una solidaridad revolucionaria no puede sino contribuir a la causa subversiva. A las verdades dogmaticas las “desciende de su cruz”, configura nuevos conceptos, trasfiera experiencias, formula cuestiones y problemas, abre comunicaciones, enriquece acuerdos y desacuerdos, y compone una nueva perspectiva para cada uno de nosotros, en la comunidad de los revolucionarios.
Tras ese prisma en varios periodos hemos ejercido la crítica, y si que algunas veces bastante dura, contra los proyectos, otras organizaciones, casas ocupadas, ciertas prácticas y tradiciones de lucha. Sin embargo, siempre sabemos hacia donde miramos con hostilidad y hacia qué blanco dirigimos nuestras armas. Nunca olvidamos que entre los revolucionarios y el enemigo hay una línea divisoria muy clara, precisa y determinada. Seguimos creyendo que dentro del ámbito antiautoritario, a pesar de nuestros desacuerdos, contradicciones, diferencias y tensiones, las cosas que nos unen son muchas más que ls que nos dividen. Basta de aprender que la dialéctica se basa en la reciprocidad y en la honestidad de intenciones y motivaciones para la promulgación de la guerra revolucionaria, y no en unas necias ambiciones del ascenso personal dentro de las jerarquías informales de los círculos subversivos. En tales casos lo único que les corresponde es nuestro violento aborrecimiento.
A partir de ahí, nos vemos como parte de la tendencia anarco-individualista y nihilista del corriente antiautoriario, y apostamos por el carácter polimórfico de la revolución anarquista. Accionando en público, sea tras nuestras estructuras clandestinas, sea como encarcelados miembros de la Conspiración, tenemos como objetivo tanto ejercer la crítica como aceptarla. Nunca hemos sostenido de poseer una verdad exclusiva y absoluta sobre la revolución, ni tampoco que la queremos guardar para nosotros mismos. Estamos convencidos que la genuina expresión de la autocrítica y de la crítica tras una solidaridad revolucionaria no puede sino contribuir a la causa subversiva. A las verdades dogmaticas las “desciende de su cruz”, configura nuevos conceptos, trasfiera experiencias, formula cuestiones y problemas, abre comunicaciones, enriquece acuerdos y desacuerdos, y compone una nueva perspectiva para cada uno de nosotros, en la comunidad de los revolucionarios.
5. Momentos de lucha contra el viento
De este modo, la solidaridad con cada su expresión puede ser el motivo para un terreno fértil de la dialéctica y del dialogo entre los solidarios y los presos. Pero también puede ser la chispa para que se lograse algo más. Para que se logre de montar un nuevo punto de salida para las acciones coordinadas que no se limitasen exclusivamente al tema del encierro. Cuestión a cual nos vamos a referir en nuestro posicionamiento posterior.
Siguiendo el rastro de las experiencias históricas del pasado, nos encontramos con algunos de los más destacados momentos de lucha, ahí donde los solidarios y los prisioneros aprenden uno del otro, se organizan y juntos montan unos planes subversivos en contra del encierro y del pacto del Poder. La solidaridad es un conjunto de todos esos momentos (Uruguay, Inglaterra/Irlanda, Alemania, Italia, España, etc.) en que los encarcelados guerrilleros urbanos y muchos otros presos dignos, a pesar de todos sus diferencias y conflictos, se conectaron y juntaron con el mosaico de un, lleno de varias tendencias, corriente que lucha contra el régimen. De las ejecuciones de los representantes del régimen y los secuestros de políticos y empresarios a las asambleas de solidaridad, y de los carteles de contrainformación y los eslóganes pintados sobre las paredes a los ataques incendiarios y con bombas…se llevaron a cabo decenas de fugas de la cárcel, reales y simbólicas.
Porque también hasta hoy en día una bomba o un artefacto incendiario con los pedazos rotos que deja detrás suyo trae además un mensaje de solidaridad o un cartel de apoyo, una concentración en frente de la cárcel o una carta o un texto, y ellos se convierten en esos pocos “amigos” fieles que un preso tiene a su lado en la batalla contra el cautiverio.
Estas movidas son la mejor respuesta a la democracia de los dirigentes que nos han construido con sus tumbas de hormigón, cimiento y rejas. Es la solidaridad que nos mantiene libres, aunque siendo encarcelados. El olvido es al contrario una forma de muerte para el preso, puesto que los días no pasan como deberían, sino se empobrecen, se hacen más pequeñas y se vacían del cada contenido.
Así, tras una dimensión critica de la solidaridad, ella misma deja de ser un proceso repetitivo y poco productivo, y seguramente se aleja mucho del humanismo cristiano que en frente del enemigo habla el idioma de la súplica.
Hace años la parte incendiaria de la anarquía en su mayor parte se ha limitado a si misma dentro del marco de una solidaridad auto-referente, que tras las reivindicaciones de los ataques asumidas con una llamada telefónica repasaba cada vez de nuevo el estereotipo de “libertad al compañero tal”. De este modo cada caso se iba personalizando, así ineludiblemente la conexión significativa de la opción (incendio, atraco, vandalismos durante una marcha) por cual ha estado procesado el compañero preso se cortaba del alcance de cada otra personalidad autónoma que quería descubrir a los significados que podría tener en común con esa opción. De esta manera la solidaridad se convierte en una causa que tiene que ver sólo con unos amigos más cercanos del preso y funciona según “el barómetro de la simpatía” que éste goza.
Consideramos que durante los últimos años el paso de las oportunas acciones ofensivas a la creación de los grupos de acción directa y infraestructuras organizadas ha librado la solidaridad incendiaria de sus estereotipos y ha empezado de producir un conjunto de discurso con los comunicados, análisis, y textos que presentan a cada practica revolucionaria clandestina como una propuesta abierta a cada uno que quiera conocerla y, sea adaptarla también, sea rechazarla o sea lo más fundamental: desarrollarla.
Lo mismo sucede también con unos determinados procesos asambleístas, que sin ofrecer a cada compañero preso “el derecho de asilo” de una equivocada heroización, le dan la posibilidad de hablar él mismo, sea por medio de publicaciones o conversaciones telefónicas, y así permiten crear un vivo espacio de dialogo, acuerdos y diferencias.
Porque la apuesta no es crear una amplio movimiento de solidaridad que “corre detrás” de los casos de cada preso, sino construir un autentico canal de comunicación que en nivel de significado derrumbará los muros que nos separan.
Al mismo tiempo vemos como muy importante abrir la solidaridad a un nivel global. La propuesta abierta de montar la Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional contribuye justo a esa perspectiva. Es una manera de romper en praxis el silencio y la desinformación sobre lo que sucede en una lejana “otra parte” y colectivizar todos aquellos momentos de cada lugar del mundo que dicen “No” al Poder, que no agachen la cabeza ante el Estado, que caminan contra el viento de nuestra época y plantean aquellos terrenos utópicos de la tierra liberada donde la guerra revolucionaria es tan necesaria como el sol para la vida…
De este modo, la solidaridad con cada su expresión puede ser el motivo para un terreno fértil de la dialéctica y del dialogo entre los solidarios y los presos. Pero también puede ser la chispa para que se lograse algo más. Para que se logre de montar un nuevo punto de salida para las acciones coordinadas que no se limitasen exclusivamente al tema del encierro. Cuestión a cual nos vamos a referir en nuestro posicionamiento posterior.
Siguiendo el rastro de las experiencias históricas del pasado, nos encontramos con algunos de los más destacados momentos de lucha, ahí donde los solidarios y los prisioneros aprenden uno del otro, se organizan y juntos montan unos planes subversivos en contra del encierro y del pacto del Poder. La solidaridad es un conjunto de todos esos momentos (Uruguay, Inglaterra/Irlanda, Alemania, Italia, España, etc.) en que los encarcelados guerrilleros urbanos y muchos otros presos dignos, a pesar de todos sus diferencias y conflictos, se conectaron y juntaron con el mosaico de un, lleno de varias tendencias, corriente que lucha contra el régimen. De las ejecuciones de los representantes del régimen y los secuestros de políticos y empresarios a las asambleas de solidaridad, y de los carteles de contrainformación y los eslóganes pintados sobre las paredes a los ataques incendiarios y con bombas…se llevaron a cabo decenas de fugas de la cárcel, reales y simbólicas.
Porque también hasta hoy en día una bomba o un artefacto incendiario con los pedazos rotos que deja detrás suyo trae además un mensaje de solidaridad o un cartel de apoyo, una concentración en frente de la cárcel o una carta o un texto, y ellos se convierten en esos pocos “amigos” fieles que un preso tiene a su lado en la batalla contra el cautiverio.
Estas movidas son la mejor respuesta a la democracia de los dirigentes que nos han construido con sus tumbas de hormigón, cimiento y rejas. Es la solidaridad que nos mantiene libres, aunque siendo encarcelados. El olvido es al contrario una forma de muerte para el preso, puesto que los días no pasan como deberían, sino se empobrecen, se hacen más pequeñas y se vacían del cada contenido.
Así, tras una dimensión critica de la solidaridad, ella misma deja de ser un proceso repetitivo y poco productivo, y seguramente se aleja mucho del humanismo cristiano que en frente del enemigo habla el idioma de la súplica.
Hace años la parte incendiaria de la anarquía en su mayor parte se ha limitado a si misma dentro del marco de una solidaridad auto-referente, que tras las reivindicaciones de los ataques asumidas con una llamada telefónica repasaba cada vez de nuevo el estereotipo de “libertad al compañero tal”. De este modo cada caso se iba personalizando, así ineludiblemente la conexión significativa de la opción (incendio, atraco, vandalismos durante una marcha) por cual ha estado procesado el compañero preso se cortaba del alcance de cada otra personalidad autónoma que quería descubrir a los significados que podría tener en común con esa opción. De esta manera la solidaridad se convierte en una causa que tiene que ver sólo con unos amigos más cercanos del preso y funciona según “el barómetro de la simpatía” que éste goza.
Consideramos que durante los últimos años el paso de las oportunas acciones ofensivas a la creación de los grupos de acción directa y infraestructuras organizadas ha librado la solidaridad incendiaria de sus estereotipos y ha empezado de producir un conjunto de discurso con los comunicados, análisis, y textos que presentan a cada practica revolucionaria clandestina como una propuesta abierta a cada uno que quiera conocerla y, sea adaptarla también, sea rechazarla o sea lo más fundamental: desarrollarla.
Lo mismo sucede también con unos determinados procesos asambleístas, que sin ofrecer a cada compañero preso “el derecho de asilo” de una equivocada heroización, le dan la posibilidad de hablar él mismo, sea por medio de publicaciones o conversaciones telefónicas, y así permiten crear un vivo espacio de dialogo, acuerdos y diferencias.
Porque la apuesta no es crear una amplio movimiento de solidaridad que “corre detrás” de los casos de cada preso, sino construir un autentico canal de comunicación que en nivel de significado derrumbará los muros que nos separan.
Al mismo tiempo vemos como muy importante abrir la solidaridad a un nivel global. La propuesta abierta de montar la Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional contribuye justo a esa perspectiva. Es una manera de romper en praxis el silencio y la desinformación sobre lo que sucede en una lejana “otra parte” y colectivizar todos aquellos momentos de cada lugar del mundo que dicen “No” al Poder, que no agachen la cabeza ante el Estado, que caminan contra el viento de nuestra época y plantean aquellos terrenos utópicos de la tierra liberada donde la guerra revolucionaria es tan necesaria como el sol para la vida…
Viva la Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional
Nada menos que el todo
Lucha armada por la revolución
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