Después del movimiento de los últimos días en distintos lugares del mundo, cada vez se pone más de manifiesto la existencia de dos tendencias (como mínimo) generales en el bando de los explotados. Una compuesta por el ala ciudadanista y otra por lxs refractarixs que lucharán por el fin del capitalismo con todos los medios posibles y contra todos los diques construidos por el capital/estado. En Italia, en Grecia y en Chile es donde más se ha puesto de manifiesto el carácter reaccionario de los que quieren mantener la democracia parlamentaria como forma política que auspicia el mantenimiento de la explotación. En el resto de lugares la polarización aún no es tan profunda, pero a poco que se rasca se hace aparente. Las situaciones del conflicto concreto y real son los lugares en que se hace aparente la polarización. No estoy a favor de las formas distintas de hacer, pero no se puede ir de la mano con quien te delatará o te esclavizará. Los ejemplos en la historia están vivos. Aprovecho para dejar un par de textos que vienen de tierras chilenas y se centran en este tema.
El ciudadano metido en el estudiante y el ilegalista que asoma
El ciudadano metido en el estudiante y el ilegalista que asoma
Luís Armando Larrevuelta
Hace muchos años que en este país no nos encontrábamos ante un movimiento social de estas proporciones, hoy los estudiantes están dando una enorme muestra de compromiso, de convicción y de energía que necesariamente debe contagiar a todos quienes nos consideramos enemigos del actual sistema de dominación. El discurso ha sido instalado con solvencia y la intervención del espacio público ha roto un sinfín de esquemas comunes de nuestra alienada convivencia. Pero no todo lo que brilla es oro, tan importante como reconocer la fortaleza de este movimiento es observar sus caminos y analizar críticamente las múltiples expresiones que lo definen.
Es posible encontrarnos con dos formas de lucha que coexisten, a veces enfrentadas y otras integradas como parte de una sola matriz. Por un lado, es posible observar un importante contenido ilegalista, es decir, iniciativas capaces de actuar sin el consentimiento de la ley; y por otra, estamos frente a una tendencia mucho mayor y mucho más arraigada en el movimiento, cuyo principio es el reconocimiento del “ciudadano” como agente político activo en las luchas estudiantiles.
Ambas formas de entender el posicionamiento social están dando, desde hace ya cinco meses, sentido e identidad a los innumerables actores que se involucran en el conflicto.
El ciudadanismo redentor
Decía anteriormente que, sin duda, el rol ciudadanista está mucho más integrado por las mayorías que se manifiestan a favor del movimiento, por lo tanto, es por supuesto provechoso observar qué rasgos lo definen y plantear cuestionamientos oportunos.
En primer lugar, el ciudadano respeta la ley, la considera útil y necesaria, sabe que el sistema se rige por normativas sociales y está convencido que éstas son relevantes para mantener un cuerpo institucional armonioso. Por la misma razón, cuando observa injusticias en la sociedad la asocia a la mala aplicación de la ley o a la inexistencia de una ordenanza que garantice lo que el Ciudadano considera justo. Es decir, para quienes observan desde este foco de análisis, el problema de la educación se asocia a la aplicación de pésimas y equivocadas leyes para garantizar lo que éste llama “educación de calidad”, por tanto, lo que reivindica es la creación de nuevas leyes que posibiliten un acceso amplio (gratuidad) y un sistema eficaz (calidad) para la entrega de contenidos académicos. Precisamente, estas dos cuestiones son el piso de las actuales reivindicaciones estudiantiles.
Un segundo elemento podría considerarse la participación social en los espacios dados por el sistema para transformar las cuestiones fundamentales del país. En este sentido, la inscripción en los registros electorales es parte constitutiva de su panorámica, para este sujeto la marginación voluntaria de esta vía “participativa” representa la imposibilidad de “cambiar las cosas”, por lo tanto, no sólo vota, sino que azuza la inscripción masiva. Un ejemplo lo encontramos en la idea de los estudiantes de La Serena, quienes pretendieron terminar una manifestación el día 22 de septiembre con una numerosa visita al registro electoral de su ciudad. La misma idea fue planteada hace algunos meses por algunos de los voceros de la CONFECh, quienes consideraron este movimiento una oportunidad histórica para incentivar la votación joven.
Finalmente, el ciudadano niega completamente el uso de la violencia, él levanta las manos cuando viene un carabinero a atacarlo, denuncia a los medios de comunicación masiva el actuar excesivo de la policía, se enfrenta a los encapuchados y con total franqueza considera que el enfrentamiento con los pacos “ensucia las manifestaciones”.
Observaciones
El principal problema del ciudadanismo es que pone permanentes diques de estancamiento y moderación en el flujo de los movimientos sociales. En el contexto del actual conflicto, por ejemplo, se basta con instalar la consigna de educación gratuita y de calidad, pero no se arriesga a cuestionar elementos más sustanciales como el rol de la institución escolar en la formación sistemática de los niños, la idoneidad del aula como espacio de aprendizaje, la especialización funcional de la instrucción y la negación practica de la integralidad del conocimiento humano; tampoco el ciudadano llega a criticar al Estado como instrumento de dominación, todo lo contrario, lo valida y le exige que se haga cargo del problema emergente, cavando de esta forma una nueva malformación. Finalmente, sigue creyendo en que la principal forma de participación ciudadana es el sufragio, aún cuando hoy cuenta con un imponente movimiento que demuestra todo lo contrario: la participación política es una práctica inmensamente superior al irrelevante camino electoral. El enorme crecimiento cualitativo que asoma de la toma de decisiones en asamblea, de la movilización inmensamente numerosa, de la experiencia de la toma y de la intuición callejera, está lejos de compararse con la insignificante acción de rayar un papel.
Insisto con el estancamiento que provoca la visión ciudadana, pues no es capaz de instalar temas que no sean solucionables con herramientas legislativas, temas que vayan más allá del Estado de derecho o de la elección del próximo buen candidato. Por eso el ciudadanismo no puede evocar transformaciones sociales, porque está destinado a retocar el maquillaje del sistema, porque su objetivo es precisamente ese: fortalecer el sistema.
Sin el ánimo de idealizar la práctica ilegalista, me parece pertinente decir que es precisamente la acción llevada a los márgenes de la ley la que puede dar nuevos bríos al movimiento estudiantil. El ciudadano pide, el ilegalista toma, el cuento es que las continuas peticiones han llevado a un punto muerto las conversaciones con el gobierno y solo la toma, es decir la apropiación irruptiva de los espacios, ha provocado avances y el fortalecimiento de la causa. Difícilmente nos encontraremos con muchos sujetos ilegalistas, más bien podríamos encontrarnos con practicas ilegalistas que nacen de la necesidad inherente del movimiento de transgredir las amarras ciudadanas, y es precisamente esa transgresión la que innova y modifica.
Aún cuando considero la educación estatizada una nueva trampa (muy peligrosa, por cierto), reconozco el inmenso beneficio que puede otorgar a la mayoría de la población un sistema de educación gratuito. El movimiento estudiantil se ha impuesto esta tarea y hemos de apoyarlo reconociendo sus tremendas limitaciones e incentivado la profundización de los cuestionamientos de fondo, esos que suman voluntades, que visualizan la necesidad de ir más allá del cerco puesto por la ley, que desean transformar desde la raíz lo existente.
Publicado en El Surco nº30, octubre 2011
¡Nosotros no estamos, ni somos “indignados”!
proletarios internacionalistas
La explosión de rabia que se constata en todo el mundo, no parte de ciudadanos jubilosamente indignados, respetuosos del estado de derecho, que se podrían permitir el lujo de la no violencia..., sino, bien por el contrario, de proletarios hartos de explotación y opresión, llenos de bronca y odio contra las condiciones de sobrevivencia, cada vez más insoportables, que nos impone el capitalismo.
¡No estamos indignados, impactados, sorprendidos…!
Lo que hoy queda en evidencia (y ya no es ninguna novedad) son horrores inherentes al sistema capitalista. Las recetas que impone la burguesía son las de ayer, hoy y siempre contra nosotros.
¡La continuidad del sistema actual sólo puede realizarse a expensas de nuestra clase!
¿Porqué indignarse de los excesos del capitalismo y no luchar contra el capitalismo mismo? ¿Porqué indignarse del enriquecimiento de los bancos y no cuestionar su existencia misma, dado que su objetivo es enriquecerse? ¿Cómo indignarse de las dificultades de nuestra clase social, sin poner en cuestión la existencia misma de clases sociales?
Pero tampoco estamos resignados
De manera global y general la correlación de fuerzas favorece a la burguesía que detenta los medios para continuar explotándonos, reprimiéndonos y desapareciéndonos…Sin embargo frente a la flagrante e inocultable incapacidad del sistema capitalista para disminuir la catástrofe que el mismo engendra y la consecuente agravación de todos los problemas humanos las revueltas proletarias se generalizan. Contra dichas revueltas, la burguesía utiliza toda su potencia y todos sus medios para cantonarlas en meros movimientos pacifistas, ciudadanistas, legalistas, apolíticos...buscando encerrarlas en el modelo “socialmente admitido”, en la democracia. Por el contrario nuestro objetivo es superar/reventar todos esos límites establecidos en los cuales quieren encerrar nuestro movimiento.
Estamos profundamente convencidos…
de que el futuro de la humanidad no se jugará en el terreno de las indignaciones multiformes, ni de las causas humanitarias, o los combates individuales...; sino por la conjunción de fuerzas que permitan eliminar este sistema mortífero. Los proletarios están forzados a destruir el capitalismo de raíz si no quieren que este destruya todo nuestro mundo.
¡Estamos en guerra de clases!
Todo lo que se quiere imponer como “indignados” (libros, plataformas, manifiestos, contenidos…) no representa para nada el movimiento de protesta generalizada contra el capitalismo, sino que es, por el contrario, un verdadero chaleco de fuerza que el capitalismo, la democracia quiere imponer para sujetar a los proletarios e impedir el verdadero movimiento y su desarrollo hasta la destrucción del capitalismo.
rompamos con todos los límites “indignados”, ciudadanistas, democráticos…
REAFIRMEMOS LA GUERRA DE NUESTRA CLASE, PARA ELIMINAR POR COMPLETO EL SISTEMA SOCIAL BURGUÉS MUNDIAL.
Extraido de Hommodolars.
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