Texto autocritico con el ciudadanismo de las movilizaciones por una sanidad pública/colectiva. Extraído de Kaosenlared.
La lucha que se lleva a cabo en Catalunya contra las medidas de ajuste del gobierno en materia de sanidad tiene una dependencia absoluta del Estado. Pocos han cuestionado las formas de lucha que son netamente ciudadanistas (en tanto convergen en torno a unos derechos que el ciudadano ve modificados). No se ha desarrollado una autonomía en la que se busque la relación entre explotados en tanto que explotados, sino que se ha orientado el diálogo hacia el poder para pedir que no lleven a cabo sus planes de ajuste. El humanismo puede ser bueno, incluso deseable, en los explotadores. En los explotados (y es lo que somos lo asumamos o no, compremos más o menos, o tengamos más horas de ocio o menos) es una de las causas del mantenimiento de la derrota. Doscientos años después de que lo señalara el Marqués de Sade seguimos ignorando nuestra propia fuerza.
Y es que se ha hablado mucho de los recortes, pero poco de lo fundamental. Estos recortes, si no se adopta una posición clara, se pueden justificar. En un sistema regido por el dinero, por el beneficio económico, por el lucro empresarial, por el valor, es normal que se recorten prestaciones que no se pueden pagar. O sí se pueden pagar, dependiendo de quién lo gestione. Esta es la cuestión para algunos, como los socialdemócratas, la forma de gestionar el dinero. Mala en el caso actual. Mejor si consiguen convencer a los partidos de izquierda u otros representantes de que hay otras alternativas antes que recortar en sanidad o educación. Pero esto siempre será una cuestión político-económica que concierne a los gestores. Individuos con una actividad separada de la producción. Con unos resultados evaluados por indicadores muchas veces económicos e interpretados tendenciosamente a su favor. Está claro que mejor que los que trabajamos en esos ámbitos, no saben los gestores, coordinadores, jefes y jefecillos lo que es conveniente hacer. Por la simple razón que ellos no lo hacen. Para nosotros es una cuestión práctica. Por muchos indicadores que digan lo contrario A algunos les haría falta volver a repasar el libro de Orwell, Rebelión en la granja o repasar la historia de la URSS. La impresión que da es que desconfiamos de todo lo que no sea una gestión externa ¿Por qué ese miedo a autonomizarse? ¿por qué seguir mendigando piedad a la derecha y representación a la izquierda? ¿hemos perdido toda perspectiva de autonomía para ceder nuestra vida a la administración de unos cuantos que deciden lo que es bueno o malo, legal o ilegal, justo o injusto?
La perspectiva de esta crisis como la excusa perfecta para liberalizar los sectores que no han sido liberalizados es muy real. Desde hace años grupos de poder vienen armando el ataque. En esta sociedad el consumo no debe descender y hay que renovar los objetos/bienes de consumo. Mucho tiempo llevan deseando hincarle el diente a la salud, la educación o la justicia, sobretodo a la primera. Bienes que en esta sociedad cualquiera puede necesitar y por los que la mayoría harán lo posible para obtener. Hacer lo posible significa esclavizarse de por vida al trabajo que sea en las condiciones que sean. Y es que como muestra la peli de Zeitgeist favorecer la escasez de bienes permite reproducir el sistema de mercado. Lo escaso ahora serán el derecho a la atención sanitaria, a la educación o a la defensa legal ante una acusación. Y si se mantiene, será a costa de su calidad.
Así las cosas queda claro que las medidas de ajuste son sólo mecanismos de imposición de una vida de esclavitud para unos, para el mantenimiento de una vida de privilegios para otros. Si por el contrario queremos ver una situación transitoria en que los que detentan el poder intentan solucionar la crisis con ajustes ‘necesarios’ sólo tendremos que esperar pacientemente a que cumplan su labor. Delegar pasivamente para no tener que tomar las riendas de los propios asuntos es lo que caracteriza a nuestra época, la de la depresión clínica. Así de llenas están las consultas psiquiátricas y psicológicas de gente que no entiende el porqué de su estado.
Algunos apoyan las medidas conscientes de que este es el mejor mundo posible, asumiendo (mientras no sean ellos) que seguirán habiendo pobres, hambre, miseria y muertes en guerras imperialistas. Otros quieren cambiar el rumbo del tiempo, pero se aferran a modelos caducos y fracasados como el socialdemócrata o el estalinista. En las manos de cada cual está seguir pidiendo que retiren los ajustes o que no continúen aprobando más medidas como las que han tirado adelante, o empezar a tomar partido por lo que queremos, por ejemplo empezando a crear otra medicina en los CAPs ocupados… Lo primero parece una quimera a la vista de la actitud que han mantenido hasta ahora. Además los sindicatos como representantes legales de los trabajadores no han dejado de pactar la forma de implementar las medidas. Con más o menos choque, pero lo han hecho finalmente. Por responsabilidad democrática y porque ‘entienden la situación del pais’... La alternativa está entre defendernos y esperar que se vayan por el retrete las mínimas condiciones de nuestra esclavitud acondicionada, o atacarles. Este camino también parece utópico, pero depende de nosotros, está abierto y conlleva más posibilidades de cambios reales, que afecten a la vida cotidiana de todos. Si ellos vacían los ambulatorios, nosotros los llenamos con una actividad distinta, más comunitaria, menos jerarquizada, más informal, más crítica, menos dependiente. Si ellos controlan las bajas cada vez más como mecanismo de control económico, nosotros organizamos en los CAPs ocupados los medios para solidarizarnos y crear opciones. Si ellos nos quieren cobrar cada vez más los fármacos, nosotros valoramos volver a los antiguos remedios populares o nos organizamos para sacarlos por otras vías. Si el Estado se esfuma, es el momento de tomar su lugar con los que nos rodean.
Sabemos que no hay cosa que enfurece más a los que tienen el poder que que se lo arrebaten. Más cuando son ellos los que con sus proyectos lo fomentan esperando que nos conformemos y nos resignemos. La policía y las leyes siempre han servido para defender un status. Así que tomando esa opción hemos de saber lo que nos espera. Pero no es el mayor problema. Ese es superable cuando la gente sabe hacia dónde caminar, sabe lo que no quiere, sabe lo que le espera si permanece pasivo. El problema esencial es el del ciudadanismo, que como indican algunos compañeros de Chile a cuenta de las movilizaciones por la educación, erra al no elegir el camino de la autonomía, pues se mantiene sujeto a las peticiones al Estado, que de esta forma es el que decidirá hasta dónde deja actuar y dónde están los límites. Luego sólo queda quejarse.
‘Quien desea y no actúa engendra la peste’. W. Blake.
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